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diumenge, 31 d’octubre del 2010

J. FAISTAUER IN LOFER

Cuando uno admira un objeto de hace siglos, a poco sensible que sea, se siente impresionado.


Hace ya muchos meses, mi amigo Joan, adquirió un arma de aire que raudo procedió a enseñarme. Cuando me vio entusiasmado, admirándola entre mis manos, sugirió la posibilidad de que me la quedara para “mirármela”... Los dos sabemos lo que significa eso de mirármela. Y yo, conociéndome, rehusé tal oferta, con excusas, para eludir la responsabilidad de meter mano a una pieza de esta antigüedad.


Quisiera tener dotes de investigador (y tiempo), para averiguar la procedencia y utilidad de dicha joya.


En cuanto a lo primero, algo se sabe con solo mirarla: J. Faistauer in Lofer. O sea que un señor apellidado Faistauer que vivía en Lofer, un enclave rural de los Alpes, cerca de Salzburgo, en Austria, parece ser que fue el armero que la hizo. Pero seria interesante saber más...





En cuanto a lo de su utilidad, no puedo más que imaginármela. Dado que la presión de aire se consigue mediante un fuelle, (accionado  por un muelle), alojado en la culata y de capacidad muy limitada, se deduce que el “soplido” capaz de impeler el proyectil debía ser más que modesto... Por lo tanto, debía ser ligero a pesar de que sus casi 9 milímetros de diámetro pudieran albergar una bala de peso considerable, totalmente imposible de mover. ¿Se usarían una especie de dardos emplumados?... Probablemente.
Por lo tanto, pensemos que era un arma para ocio, para “hacer puntería” en familia o entre amigos en interiores o jardines.
Y por descontado que quienes podían hacer esto serían gentes acaudaladas, que por otra parte explica que armeros de prestigio “perdieran el tiempo” fabricando unos mecanismos complicados y que adornaran el exterior con florituras de latón encastadas en la madera.





Lo que parece extraño es que además de punto de mira y alza (graduable) de buena factura y perfil muy fino (como si se tratara de conseguir gran precisión), llevara además (presumible por la base que aún existe, pero desaparecido actualmente) un dióptero que podría ser destinado para tirar a larga distancia con resultados considerables. (Es el sistema de puntería más preciso si no entramos en adminículos asistidos por óptica).


Total, que si su origen no es muy claro, su utilidad, es toda una incógnita para mí...
Muchos meses después Joan, no pudo resistir la tentación. Me comentó que el sistema que alguien había hecho para sustituir la coz de la cureña original, perdida se supone, no le convencía. (Perdonen la cursilada, pero es que uno ante reliquias como esta le asalta la tentación de hablar con propiedad, pues la cureña es lo que ahora conocemos como culata y la coz, es la cantonera o remate de esta...). Comentó también, así como el que no quiere la cosa, que había perdido la especie de llave que le hice a toda prisa el día que me la enseñó, que le permitía de mala manera montar el sistema de fuelle para, mal que bien, hacer un disparo.


Y efectivamente, donde debía existir una cantonera quizás metálica, ante su falta, alguien aplicó una madera plana sujeta con dos tornillos por una parte y una especie de gancho practicado en el ornamento de latón (también hecho posteriormente), por la otra.





Me decía mi compañero de pasión, que ante las ganas de enseñar el curioso mecanismo de fuelle a amigos y conocidos se encontraba con la dificultad de desenroscar los tornillos y que quería un sistema de portezuela con gozne que permitiera abrirla y cerrarla con facilidad.


Lógicamente, le dije que bueno. Que me la acercara y lo estudiaríamos. Al poco vino, lo comentamos y pareció un trabajo asequible. Me dejó el arma con la condición de que la espera sería larga pues dentro de pocos días yo entraba en quirófano para una operación de prótesis de una cierta importancia. El hombre paciente y confiado me dijo que vale. Tras largos meses, ya recuperado y un poco por vergüenza, decidí meterme en el embrollo (intuía que lo sería).


No soy partidario de “restaurar” demasiado. O sea, que procuro conservar lo que hay y no hacer cosas muy “postizas”. Pero como este arma ya tenía algunas piezas que alguien había hecho y se notaban a la legua, me propuse sustituir o manipular sólo estas y respetar totalmente lo original.

 



En la parte inferior de la culata, había un ornamento de latón, de no muy cuidada factura, que sustituía (supongo) el original y que servía para ocultar los mecanismos. Decidí replicar esta pieza (no mejor hecha, por cierto), pero de modo que tuviera un apéndice saliente que se tornara bisagra que permitiera la apertura. Así podía eliminar los dos tornillos que fijaban la tapa y la pieza similar que en la parte superior la aguantaba, mediante un pliegue, se convertiría en la fijación por clic del sistema.





Esto me llevó un cierto trabajo con herramientas no muy adecuadas, pero creo que conseguí el objetivo.











El hecho de que mi amigo hubiera perdido la llave para montar el mecanismo me obligaba moralmente a hacerle otra. Puestos a hacer algo más digno, busqué por internet algún arma parecida para ver como era la manivela que debía hacer las funciones. Tampoco es que fuera fácil, pero algo encontré.

Total, que me dibujé una plantilla en cartulina que me sirvió para cortar mediante caladora y radial una plancha de 3 milímetros. En una parte soldé un trozo de tubo redondo que por un extremo había forjado a cuadrado del tamaño adecuado. Un pomo de madera de roble hecha a torno con su correspondiente eje debidamente remachado, en la parte contraria, convirtieron el engendro en una manivela adecuada para montar el muelle que acciona el fuelle de pergamino que va en el interior de la culata.













Con la manivela hecha, ya pude montar el mecanismo. Bueno es un decir… A duras penas y tras ímprobos intentos, agarró el diente retenedor y manipulando el disparador (o lo que creía era el disparador), se soltó el muelle y se oyó un fufff… consistente, pero nada parecido a una carabina de hoy en día.


Ante mi estupor y confirmando mis temores desde que acepté el encargo, no pude volver a montar el sistema de nuevo. Me lo temía, me lo temía…


¿Qué hacer ante tal situación?


No podía retornar el arma a su dueño, entregarle la manivela y decirle: Mira aquí lo tienes todo, pero no funciona.


Por lo tanto, me puse manos a la obra y empecé desmontando todo el sistema de muelle. Lo que es el fuelle como no era necesario, no lo toqué para nada, no fuera a desgarrarlo pues debe ser algo delicado e insustituible.

Unas piezas harto rústicas, labradas con medios rudimentarios de la época:





Analizando el funcionamiento a la vez que lo desarmaba, intuí que el problema era doble. Por un lado faltaba un tornillo en el eje principal (centro foto siguiente) que no permitía que este se desplazara  y perdiera apoyo en uno de los laterales y quedara trabado e imposible de montar el sistema. Por otro, de menor gravedad, faltaba una chaveta (chaveta partida de las que se doblan las puntas) que asegurara  el pasador que se ve en la parte inferior de la foto:

Repuse los dos elementos, uno imprescindible y el otro para asegurar el no perder el pasador en la ocasión menos pensada.


En la siguiente foto se puede apreciar bastante bien el fuelle de pergamino:





Bueno, volver a montar todo no fue tarea fácil, pero tampoco imposible. Con tesón y paciencia quedó en perfecto orden.


Con la ilusión de un chaval con zapatos nuevos, marca “Gorila”, (con los que daban una pelotita de goma verde de regalo) -perdonen el inciso los que no han vivido aún medio siglo- procedí a montar el sistema.


Funcionó. Presioné el “disparador” y nada. Insistí desesperadamente varias veces y nada. De pronto: Ploff!!!. Soltó el soplido.


Me quedé algo mosca. Volví a armar y de nuevo que no disparaba. En uno de los intentos, presioné el gatillo y lo dejé escapar violentamente…Ploff!!!


Caray, cosa mas rara… Así repetí varias veces y soltando violentamente el disparador, disparaba (valga la redundancia)… O sea que era como que funcionaba al revés¿?¿?
Ante tamaño dilema, no tuve otra alternativa que seguir desmontando:

El sistema de disparo en mis manos. Se puede ver a la derecha, dentro de la madera la punta de la varilla que comunica el sistema de disparo a la parte trasera de la culata, donde un diente retiene en posición de montado el muelle que acciona el fuelle. Esta varilla va encajada en el apéndice que queda cerca de ella que sobresale del “casette” de disparo.
Con esta pieza en mis manos estuve intentando averiguar su funcionamiento. Y mi cara debía ser un poema… No entendía nada. Al presionar el gatillo, se montaba el sistema de modo que el muelle de lámina que se ve en primer término quedaba tenso… En lugar de soltar “algo”, trababa un muelle. Inaudito. No salía de mi asombro.
Como suelo hacer, “aparqué” las piezas hasta que me llegara la inspiración.
Cuando estaba buscando información en Internet para hacer la manivela de carga, encontré y guardé en el ordenador unas imágenes (de varias armas de este estilo, tres concretamente).

Observándolas y casi por casualidad di con lo que me llevaría a la solución: Todas tenían un pinganillo recto y finísimo por delante del gatillo. Y entre estos dos, había un tornillo en todas!!!!
¿Qué podía ser el tornillo? Un tornillo de ajuste de la sensibilidad del disparador. ¿Y que sería el alambre finito ese de la parte delantera?... ¡Tate! Ahí se me iluminó la bombilla…. UN DISPARADOR CON PELO!!!!!!!!
Acto seguido tomé el casette de “nuestra” carabina y ¡Oh! ¡Sorpresa!,. Además del consabido tornillo de regulación, tenía un agujero rectangular en donde más o menos las armas de las fotos tenían el apéndice largo y delgado.
Rápidamente deduje que tenía ante mis ojos un sistema de “doble disparador”, también conocido como “disparador con pelo o al pelo o de pelo, que de todas formas lo he oído llamar”. O sea, un dispositivo que se montaba con lo que yo creía que era el gatillo y que se disparaba con el palito desaparecido. Por lo tanto, había que desmontar todo para ver o intuir que forma debía tener la pieza que era verdaderamente la cola de disparador. Manos a la obra pues:







Y esta es la pieza. Por suerte existía, en principio pensé que habría que inventársela porqué alguien habría abierto el casette y la habría “perdido”, pero no… Por los restos que se ven, había intentado soldarle la cola.No puedo negar que se me presentó una tarea ardua. Había que replicar la pieza que es de unas medidas exiguas que requerirían habilidad de joyero. Busqué un retal que sabía que me quedaba por algún rincón, de una plancha de acero que en un momento dado adquirí en una fábrica de resortes para otro trabajo. El primer problema fue que el grosor era mayor y tuve que rebajarlo. Luego cortar la forma aproximada mediante radial y a continuación a lima dar la forma adecuada. Como el cuerpo de la pieza original era muy fino, demasiado, a mi modo de ver, lo dejé más ancho y luego mediante pruebas, fui rebajándolo de a poco para conservar la mayor resistencia posible. La parte donde forzosamente debía ser muy fina resultó ser la punta donde apoya el tornillo regulador externo que no tiene mayor importancia para lograr resistencia máxima de la pieza. Por lo tanto, la parte donde sale la cola de disparo, la dejé todo lo robusta posible para minimizar la posibilidad de que se rompiera al accionar el mecanismo.

Dada su endeblez, había que darle resistencia y flexibilidad… Procedí pues al templado y luego revenido… (No se lo digan a nadie, pero tuve que repetir el trabajo de chino dos veces, pues el primer ejemplar me quedó quebradizo como un cristal y ante la prueba de rigor se me partió).
Una de las dificultades con la que tropecé es que el agujero de la pieza en cuestión es minúsculo: 0,8 de milímetro. Para practicarlo tuve que valerme de una Dremel y buen pulso.
Una vez montado todo, se puede apreciar el funcionamiento en este video:


La palanca superior que sale despedida hacia atrás, es la que encaja en la varilla que transmite la orden a la parte trasera de la culata y que desengancha el diente que retiene el muelle del fuelle en tensión.
Hay que reconocer que es inaudito para nosotros que vivimos en una sociedad de usar y tirar, que la hora-operario es carísima, que no podemos emplear esfuerzos en vano en nada, que alguien se haya “matado” pergeñando casi a mano unos mecanismos tan ingeniosos y complejos para un arma que presumiblemente servía solo para “pasar el rato”. Desde luego que quien pasaba el rato debía ser gente pudiente…
Una vez puesto todo en su sitio, se puede revivir las sensaciones de disparar un arma tan singular. Pero, desengañémonos, es un arma para exponer y admirar:


Una pena no ser propietario de ella, pero el honor de “manosearla”, no es un privilegio menor. Gracias Joan.